La noche antes soñé.
Vestía de blanco. Y no, no era un vestido de boda. Llevaba camiseta y pantalones, medias por la rodilla y unas botas con tacos. El pelo recogido en una cola. Estaba en un espacio abierto pero claustofóbico. La gente estaba alrededor, a punto de tirar ese obstáculo que le separaba de mi. Mi objetivo era meter el balón entre los tres palos. Marqué, celebré y el marcador mostraba un claro 1-7.
Lo recuerdo perfectamente aunque hayan pasado tres días.
Es raro que, en un sueño ganes pero a la vez estés inquieto, con ganas de despertar para que el sueño se evapore y sin siquiera saber qué has soñado.
Dicen que los sueños se hacen realidad si no son contados. Y que se esfuman si los proclamas a los cuatro vientos.
Y lo hice, lo solté.
L.
No hay comentarios:
Publicar un comentario