Lugares sagrados donde tantos fieles van a confesarse, a rezar o a hacer el papel de su vida se han convertido en el centro de reunión de críticos políticos con lenguas viperinas.
Sacan a relucir los "piropos" más bonitos sobre el Gobierno.
Aquel que no esté de acuerdo con el "sermón" de ese personaje que se hace llamar cura y que reclama profesionalidad es sacado a la fuerza por cuatro insignificantes.
Gracias a mi misma por ser atea.
L.
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